Andrea Casamento es la presidenta de la Asociación Civil de Familiares de Detenidos (ACIFAD), con sede en Argentina. También es miembro del Subcomité de la ONU para la Prevención de la Tortura. Este blog es una adaptación de una entrevista que grabó con la APT, en la que habló del impacto de la detención en las familias y del papel vital que pueden desempeñar en el apoyo a las iniciativas de prevención de la tortura.
Cuando una persona es detenida, el sistema de Justicia y la cárcel se instalan en el living de la casa y a partir de ese momento, cambia la rutina familiar. Por lo general son las mujeres las que quedan a cargo y van a organizar su tiempo en función de los horarios de la cárcel, de las visitas, los horarios para ir al juzgado. La vida se organiza hasta tal punto, que una espera una hora determinada del día a que la persona que está detenida llame por teléfono. Y si no te llama quiere decir que le pasó algo. Entonces toda la vida gira en torno a esta cuestión.
Si nosotras no llevamos la comida, ellos no comen. Si nosotras no vamos a pedir explicaciones al abogado/a, el/la abogado/a no va a la cárcel y hay gente que no sabe ni cuáles son sus derechos, como es su causa. Además somos las que llevamos los medicamentos. Entonces tenemos que trabajar un día más o dos días más a la semana para poder hacer estos trámites. El impacto en nuestra vida es enorme, impacta en la economía familiar y en el tiempo y en la calidad de vida de las mujeres y también de los niños/as. Hay muchos/as adolescentes que tienen que dejar la escuela para cuidar a sus hermanos/as para que la madre pueda ir a hacer los trámites.
Respecto al sistema de Justicia, es terrible lo que pasa porque no les explican nada a las familiares. Hablan una jerga muy difícil de entender y cuando vas a preguntar te dicen que no eres parte de la causa y no te dan ninguna información. Pero a su vez cuando la persona va a salir en libertad vienen a hacer el informe ambiental a nuestra casa y nos preguntan si nosotras podemos hacernos cargo de ese que salió. Entonces nosotras somos el soporte para todo un sistema que debería resolverlo y no meternos a nosotras en el medio.
Después nos dimos cuenta que no solamente necesitábamos entender el lenguaje jurídico, sino que teníamos que poder cuidarnos a nosotras mismas, porque la cárcel te arrasa. Muchas mujeres nos decían que no se tomaban un refresco o no festejaban cumpleaños porque su hijo estaba ahí. Si su hijo no podía, ellas tampoco podían. Ahora tenemos unas psicólogas en la Asociación con las que trabajamos estos temas.
Además, el año pasado armamos la red internacional de organizaciones de familiares en Brasil, España, El Salvador, México, Colombia y Costa Rica. Nos dimos cuenta que sin importar el acento o el idioma, las familiares padecen las mismas vulneraciones de derechos en todo el mundo. No son tenidas en cuenta. La Red trata de darles voz y mostrar la manera en la que la cárcel impacta no solo la persona que está detenida sino también al resto de la familia.
Los familiares son los primeros agentes de prevención de la tortura. Nosotras entramos y salimos todos los días de la cárcel, nosotras sabemos qué va a pasar cuando salgamos, sabemos que está pasando en ese momento, sabemos quién es el Guardia que pega porque los vemos en el salón de visita y porque nuestros familiares nos cuentan. Yo no voy solamente a visitar a mi hijo, yo voy a visitar a mi hijo pero miro alrededor. Cuando es una visita anunciada preparan todo pero quién va a evitar que nosotras contemos todos los días lo que pasa?
Las mujeres son las primeras que monitorean, y deberían conocer qué hacen los mecanismos nacionales de prevención, para qué están los mecanismos e instruirse unos con otros porque es la mejor manera. Los mecanismos deberían fortalecer a las mujeres e instruirlas en cómo observar.
En Argentina, el mecanismo nacional nos da cursos para monitorear los lugares de detención. Durante la pandemia cuando nadie entraba a la cárcel, desde la asociación, nosotras estábamos al teléfono y llegamos a atender 500 llamados por día “Señora tengo fiebre y el médico no viene a ver”, “me están matando”. Todo eso nosotras se lo advertimos al mecanismo, somos parte del mecanismo de algún modo.
Hoy tenemos dos compañeras familiares y dos abogados que reciben llamados todo el día de personas que están privadas de libertad o sus familias. Nos dicen que necesitan asistencia médica, que le pegaron. Nosotras escuchamos con la empatía de un familiar y después, el mecanismo hace la diligencia.
Esto es algo que Argentina adoptó pero se podría replicar en otros lugares. Esto supone salir del papel de víctima para transformarnos en agentes de cambio, en protagonistas.