Ocho minutos y 46 segundos. El agonizante periodo de tiempo que George Floyd soportó con una rodilla apoyada en el cuello el 25 de mayo en Minneapolis ha devenido un símbolo de la urgente necesidad de abordar el racismo institucional en el seno de la policía.
Hoy, en el Día Internacional en Apoyo de las Víctimas de la Tortura, expresamos nuestra solidaridad con la familia de George Floyd y todas las personas afroamericanas asesinadas por la policía de los Estados Unidos, así como con todas las víctimas de la violencia policial en el mundo.
« Ustedes han visto a mi hermano torturado y asesinado en frente de la cámara : es la manera en la que las personas negras son tratadas en América », ha declarado su hermano Philonise al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas este mes.
Otras muertes en otros países también dan testimonio del racismo institucional: Adama Traoré en Francia, Mike Ben Peter en Suiza o Joao Pedro Mattos Pinto en Brasil. Esto es sólo la punta del iceberg. Las personas negras, las personas de color y otras minorías son víctimas a diario de acoso y detenciones y registros discriminatorios.
El racismo sistémico se suma a una verdadera cultura de violencia dentro de la policía. En las manifestaciones públicas que tuvieron lugar después de la muerte de George Floyd para protestar contra la violencia policial y el racismo hubo, irónicamente, violencia, palizas y el uso de granadas u otros métodos violentos para dispersar a las manifestaciones. Durante la pandemia de COVID-19, la policía en muchos hizo uso excesivo de la fuerza para hacer cumplir las medidas de contención, en particular en los barrios pobres y marginados.
El racismo sistémico y la cultura de la violencia son causas fundamentales del abuso policial. Acogemos con satisfacción las recientes reformas adoptadas en EE.UU, como la prohibición del estrangulamiento, los gases lacrimógenos, las balas de goma y las granadas. Sin embargo, se requiere mucho más para lograr un cambio a largo plazo en las actitudes, comportamientos y cultura institucional. Se trata de "reconstruir, no sólo reformar", en palabras de Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Se necesita una profunda transformación de la cultura institucional de la policía para romper con las actitudes discriminatorias, hostiles y coercitivas de "nosotros contra ellos". La comunidad debe estar en el centro de este cambio. La acción resuelta debe ser tomada - simultáneamente - en cuatro niveles diferentes:
- El papel de la policía debe revisarse para proteger y servir a la comunidad. La policía comunitaria debe centrarse en soluciones y alianzas, y debe basarse en los valores de dignidad, no discriminación y estado de derecho. Esto implica una "desmilitarización" de la policía en términos de estructuras, tácticas, armamento y, sobre todo, mentalidad. Cuando las/los miembros de la comunidad, especialmente las personas de color, las minorías y las personas marginadas ya no son considerados sistemáticamente como sospechosos, el maltrato disminuye y la confianza de las y los ciudadanos aumenta.
- El perfil de las/los oficiales de policía no debería ser el de "guerreros" sino el de "protectores". La transformación puede requerir despedir al personal que no se ajuste a los nuevos valores y políticas. En Camden, Nueva Jersey (EE.UU.), los oficiales de policía tuvieron que ser reasignados a la nueva policía comunitaria. La formación debe centrarse en el papel de la policía en la sociedad más que en sus obligaciones, y hacer hincapié en las relaciones con la comunidad y en la reducción de la violencia.
- La cultura policial del "espíritu del cuerpo" debe dar paso a la transparencia y al control externo. Las visitas periódicas y sin previo aviso a las comisarías de policía por parte de órganos independientes contribuyen a reducir el riesgo de racismo institucional y la cultura de la violencia.
- Abordar la impunidad es crucial para impulsar un verdadero cambio. Derek Chauvin, el oficial que mató a George Floyd tenía 18 quejas previas. Las personas responsables de conductas racistas o de malos tratos deben ser llevadas ante la justicia inmediatamente. El liderazgo es clave para enviar un mensaje claro de tolerancia cero a la cultura racista y violenta, incluso en relación con las reglas informales, el uso de lenguaje abusivo o la exhibición de insignias, símbolos o tatuajes que representan movimientos extremistas o supremacistas.
La transformación profunda de la policía de una fuerza a un servicio requiere un fuerte y continuo compromiso. Puede encontrar resistencia, como lo demuestra el retroceso del Ministro del Interior francés, que volvió a autorizar los estrangulamientos después de haberlos prohibido, a raíz de las protestas de los sindicatos de la policía y de las/los agentes de policía. La policía es un reflejo de nuestra sociedad y el cambio sólo puede producirse con el apoyo de la opinión pública y los medios de comunicación.
El impulso actual es alentador, pero sabemos que debemos unir fuerzas y tomar medidas de transformación para poner fin al racismo sistémico y a la cultura de la violencia.
Sólo si trabajamos juntos para lograr cambios culturales y reformas institucionales a gran escala, podremos garantizar que ninguna persona vuelva a ser víctima de la tortura o los malos tratos a manos de los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley. Ahora es el momento de prevenir la tortura, y debemos hacerlo juntos y juntas.
Escuchen también nuestro podcast: "Iluminar la noche sin estrellas: desmantelar el racismo sistémico en la policía'